
Introducción
El pasaje de Efesios 6:10 en adelante representa la culminación de las valiosas enseñanzas que Pablo, desde la cárcel, dirigió a la iglesia. Este texto inicia con la frase “Por último” (en algunas traducciones, “Finalmente”), subrayando la exhortación final que vincula la doctrina y la ética presentadas con la vida práctica. Al decir “fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza”, Pablo enfatiza un hecho esencial para la vida cristiana: solo al depender completamente del poder divino es posible obtener la victoria en la guerra espiritual.
En aquella época, Éfeso presentaba un trasfondo histórico y cultural muy complejo, en el que la influencia de la civilización griega, el imperialismo romano y la mezcla de cultos politeístas estaban fuertemente arraigados. Para la pequeña comunidad cristiana de esa ciudad, mantener la fe y la pureza exigía reconocer el ataque de un enemigo invisible y aprender estrategias para resistirlo. Por ello, Pablo expone la realidad de la guerra espiritual y exhorta a la iglesia a “vestirse de la armadura de Dios” para contrarrestar las artimañas del diablo.
El pastor y teólogo David Jang (장다윗, de Olivet University) ha insistido durante años en la importancia de aplicar este pasaje de Efesios a la iglesia contemporánea. Se ha centrado en evidenciar la existencia real de Satanás y del diablo como enemigos invisibles, y en la necesidad de que la iglesia abrace tanto la doctrina como la ética para ser espiritualmente completa. En sus sermones y conferencias, suele recalcar: “En el momento en que se expone la identidad de Satanás, él huye”, reflejando la trascendencia del discernimiento y la confrontación espiritual.
A la vez, el pastor David Jang subraya con frecuencia la estructura de Efesios —donde la doctrina y la ética están inseparablemente ligadas— y explica cómo la iglesia de hoy puede encarnar este mensaje. El presente texto sintetiza en tres temas principales las enseñanzas clave, con David Jang como figura central:
El primer tema explora el concepto de guerra espiritual y el “enemigo invisible”, y describe cómo Satanás y el diablo actúan de forma organizada para atacar a los creyentes.
El segundo aborda la integración entre doctrina y ética, así como el papel de la iglesia para llevar esa unión a la práctica.
El tercero expone la respuesta práctica que propone David Jang: la armadura de Dios, la oración, la Palabra, la obra del Espíritu Santo y la forma de aplicarlas a la realidad actual.
Mediante estos tres enfoques, veremos por qué Efesios 6:10 y siguientes sigue siendo trascendental para iglesias y creyentes hoy, y por qué el pastor David Jang ha dedicado tanto esfuerzo a enseñar la realidad de la guerra espiritual y las estrategias para enfrentarla según este pasaje.
I. Comprensión de la guerra espiritual y del “enemigo invisible”
Para iniciar, conviene analizar el sentido de “Por último” en Efesios 6:10. A lo largo de la carta, Pablo expone profundas doctrinas: el misterio de la salvación en Cristo, la dimensión cósmica de la iglesia y la vida ética de los creyentes. Al llegar al final, escribe: “Por último, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza”. Dicho de otra manera, la cuestión decisiva es cómo traducir en la práctica todo lo aprendido y que se manifieste con poder en la vida cotidiana.
La iglesia en Éfeso enfrentaba confusión y desafíos espirituales diarios. Hechos de los Apóstoles muestra cuán intensa era la idolatría allí, y fuentes históricas confirman la extendida superstición y hechicería. Pablo subraya el principal peligro: la lucha contra un enemigo invisible. Identifica a ese adversario como el diablo o Satanás y habla de “las artimañas del diablo” para aludir a su actividad meticulosa.
El pastor David Jang considera que el mundo actual no es muy distinto. Pese a los avances científicos y a la enorme disponibilidad de información, Satanás sigue operando de forma sofisticada. Según él, “el materialismo, el humanismo y el hedonismo, sumados a las corrientes culturales y de pensamiento que imperan hoy, constituyen los medios predilectos de Satanás”. Asimismo, señala que no necesita manifestarse siempre de modo sobrenatural, pues puede infiltrarse con sigilo en nuestro interior y en los entornos cotidianos.
En Efesios 6:12, Pablo enfatiza que nuestro combate no es contra carne y sangre. No se trata de un simple enfrentamiento entre personas o grupos, sino de una guerra espiritual. Describe esta contienda como una lucha contra principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este mundo y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. De acuerdo con David Jang, estos términos abarcan tres grandes ámbitos:
“Los principados (principalities), también llamados potestades del aire, representan la cúspide, la jerarquía más alta del ejército de Satanás. Las potestades (powers) conforman la estructura subordinada que opera en ámbitos específicos. Los gobernadores de las tinieblas de este siglo actúan a través de distintas culturas, instituciones e ideologías. Por último, los espíritus malignos en las regiones celestes se confabulan desde el plano invisible para promover la división y la tentación en la vida de los creyentes”.
En la parábola del sembrador, Jesús muestra que, mientras se siembra buena semilla, el enemigo siembra cizaña para obstaculizar la cosecha. David Jang conecta esta imagen con la guerra espiritual: “Mientras la iglesia predica el evangelio y los cristianos practican buenas obras, Satanás —el adversario— siembra cizaña. A simple vista, todo luce semejante, pero su estrategia impide dar fruto”. Así de sutiles y engañosas son las artimañas del diablo, que a menudo siembra duda, desconfianza y división, y lleva a que los hermanos se hieran mutuamente.
Por ello, David Jang advierte: “Aunque no podamos ver al diablo directamente, sí percibimos las consecuencias de su acción en nuestro entorno”, e insta a ejercitar el discernimiento espiritual. Con la metáfora del ladrón, explica: “Un ladrón entra sigilosamente y lo revuelve todo; si no halla nada de valor, se va dejando el caos. Pero cuando se revela su presencia, no puede volver con la misma facilidad. Del mismo modo, cuando el diablo queda expuesto y el creyente le hace frente con valentía, él retrocede”.
En Lucas 10, Jesús envía a setenta discípulos a predicar. Al volver, ellos exclaman: “¡Hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre!”, y Jesús responde: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”. Esta frase confirma que Cristo ya ha vencido a Satanás y ha delegado Su autoridad en los discípulos. David Jang, al exponer este pasaje, subraya: “Si Jesús rompió el poder de Satanás, nosotros también podemos avanzar con valentía en Su nombre. El problema es que muchos creyentes lo entienden solo a nivel intelectual, pero no lo han experimentado personalmente”.
Una de sus afirmaciones más reiteradas es: “El evangelio es euangelion, una ‘buena noticia de victoria’. La guerra ya se ha ganado; ahora nos corresponde proclamar y actualizar esa victoria”. En Efesios 1:20 y siguientes, Pablo declara que Cristo, resucitado de entre los muertos, se sentó a la diestra del Padre en los cielos y recibió un nombre por encima de toda potestad. David Jang interpreta esta verdad como “el acontecimiento que sella definitivamente la victoria sobre el enemigo invisible”. Puesto que Jesús resucitó y nosotros estamos en Él, la batalla está decidida en esencia.
Para Pablo, la realidad de que “la iglesia, en Cristo, está llamada a la unidad y a la plenitud” (Ef 1:23) implica que compartimos con Él una posición elevada en las regiones celestiales. Pero a menudo los creyentes lo ignoran o, si lo saben, no lo ponen en práctica. De ahí que David Jang, al hablar de la guerra espiritual y de nuestra base de victoria, destaque siempre la dimensión “comunitaria” de la iglesia. Para él, esta contienda no se da exclusivamente de forma individual: la congregación entera ha de unirse en una misma convicción y disponerse al combate de forma conjunta.
II. Síntesis de la doctrina y la ética, y la función de la iglesia
Efesios integra doctrina y ética de manera profunda. En los capítulos 1 al 3, Pablo expone la salvación, la naturaleza de la iglesia y la supremacía de Cristo. Luego, en los capítulos 4 al 6, describe cómo vivir según esas verdades. David Jang lo denomina “la unión entre identidad y llamado”, subrayando que, sin saber quiénes somos, es difícil vivir conforme a esa identidad.
Algunos que insisten en la doctrina corren el peligro de un conocimiento intelectual sin transformación de vida. Otros que ponen el acento en la ética pueden caer en moralismo de obras por falta de fundamentos doctrinales. Efesios equilibra ambos enfoques, enseñando que la sana doctrina debe manifestarse en una conducta santa, y que una ética sólida se basa en la verdad doctrinal.
La armadura de Dios simboliza precisamente esa relación entre doctrina y ética. En Efesios 6:13 y siguientes, Pablo nombra las piezas: el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, el calzado del evangelio de la paz, el escudo de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Para David Jang, no son simples metáforas, sino herramientas que vinculan fundamentos doctrinales con aplicaciones prácticas.
Él lo explica así:
Cinturón de la verdad: representa la confesión de Cristo como Verdad y exige la decisión ética de aferrarnos a Su Palabra y rechazar la mentira.
Coraza de justicia: nace de la salvación recibida a través de la cruz de Cristo, y se refleja en la práctica cotidiana de la integridad y la rectitud, protegiendo el corazón.
Calzado del evangelio de la paz: se asienta en el fundamento doctrinal del evangelio y reclama una actitud activa para difundirlo.
Escudo de la fe: integra la doctrina de Cristo como Salvador y la acción diaria de bloquear los dardos de la duda y la incredulidad.
Yelmo de la salvación: procede de la justificación por la fe y la certeza de la salvación, reflejándose en pensamientos, palabras y actos coherentes con esa seguridad.
Espada del Espíritu, la Palabra de Dios: es la enseñanza bíblica como base doctrinal, pero se vuelve efectiva cuando desenmascara las mentiras de Satanás.
David Jang enfatiza que la iglesia precisa un “armamento comunitario”. Aunque un creyente porte el cinturón de la verdad y la coraza de justicia, si los demás no están igualmente pertrechados, el conjunto permanece vulnerable. Así, en Efesios 4, Pablo dice: “Él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, para capacitar a los santos en la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4:11-12). Se trata de combinar dones y ministerios para que la iglesia, unida, se equipe plenamente.
La insistencia de Pablo en la unidad (cap. 4) desemboca en Efesios 6, que describe a la iglesia como un ejército que combate en conjunto. Este cuadro remite a pasajes como Ezequiel 37, donde los huesos secos reviven y forman un poderoso ejército, o a Joel, que anuncia el avance del ejército de Dios. Para David Jang, estas profecías apuntan a la restauración espiritual de la iglesia contemporánea, que se arma colectivamente y sale al mundo.
La carta a los Efesios presenta la fusión entre doctrina y ética no solo para la vida interna de la iglesia, sino para su misión externa. El mandato es que la iglesia se adentre en el mundo, anuncie el evangelio, libere a los cautivos de Satanás y lleve la luz a regiones dominadas por las tinieblas. De ahí que Pablo exhorte a “mantenerse firmes” como parte esencial de la estrategia de combate.
David Jang recalca que la acción cotidiana de la iglesia y su responsabilidad social y misionera forman, en sí mismas, un campo de guerra espiritual. Por ejemplo, al servir a la comunidad, proteger a los débiles y denunciar la injusticia, la iglesia se enfrenta a las estructuras de pecado y engaño con que Satanás oprime a la humanidad. Siempre que el pueblo de Dios actúa con amor y justicia, socava el dominio satánico y refleja el reino de Dios.
En definitiva, Efesios brinda las bases doctrinales y éticas para enfrentar al enemigo invisible, destacando que la fuerza surge de la comunidad unida con la armadura de Dios y que, así pertrechada, ha de salir al mundo. En la sección siguiente, exploraremos cómo David Jang aplica esta integración de doctrina, ética y comunidad en la labor pastoral de la iglesia actual.
III. La respuesta práctica que propone David Jang
Después de enumerar la armadura de Dios, Pablo escribe en Efesios 6:18: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica”, subrayando la relevancia capital de la oración en la guerra espiritual. David Jang recalca que “lo esencial, en último término, es la oración”, no como un mero hábito religioso individual, sino como estrategia decisiva para la victoria.
Su visión de la oración comprende tanto la dimensión personal como la colectiva. Desde hace mucho, las iglesias han practicado vigilias, reuniones de oración los viernes o jornadas matutinas especiales. Para David Jang, estos espacios son “el cuartel general en la primera línea de batalla”. Cuando los fieles se reúnen y oran en unidad, las artimañas de Satanás quedan al descubierto y el cuerpo se refuerza. Él comenta: “Orar a solas es vital, pero cuando la iglesia ora de común acuerdo, la fuerza espiritual se multiplica”.
Asimismo, recalca el contenido de la oración. No se limita a plantear necesidades, sino que implica gratitud, arrepentimiento y el ruego por discernimiento espiritual. Mientras los planes de Satanás permanecen ocultos, los creyentes pueden caer fácilmente en conflictos y divisiones. Sin embargo, la iluminación que brinda la oración revela esas tácticas, facilitando así la resistencia.
La meditación de la Palabra y la adoración constituyen otras columnas en la enseñanza de David Jang. Una de las piezas de la armadura es “la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”, y para emplearla con eficacia se requiere leer, estudiar e incluso memorizar las Escrituras con constancia. David Jang recuerda: “Cuando Jesús fue tentado en el desierto, cada vez refutó a Satanás con ‘Escrito está’. Si los creyentes no conocen la Biblia, sucumben con facilidad a los engaños del diablo”.
Por ello, promueve la práctica de la lectura y la meditación bíblica durante la semana, así como programas de discipulado y estudios sistemáticos en la iglesia. La adoración comunitaria resulta igualmente vital para experimentar la presencia del Espíritu Santo y ejercitarnos en la interpretación y la vivencia de la Palabra. Él enfatiza: “Cuando la adoración deja de ser un rito formal y se convierte en un encuentro genuino con el Espíritu, la iglesia se afianza en la guerra espiritual”.
El discipulado y la formación comunitaria también ocupan un lugar prioritario. Efesios 4 destaca el rol de los pastores y maestros en “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”. La guerra espiritual no puede restringirse a luchas individuales; los creyentes necesitan apoyarse, examinar juntos sus debilidades y ayudarse mutuamente. Esto implica corrección fraterna, intercesión y compañerismo real.
David Jang compara el discipulado con el adiestramiento militar: así como los soldados cumplen rigurosos ejercicios, los creyentes deben formarse en la Palabra, la oración, la santidad y el servicio. Este proceso impulsa un desarrollo integral y forja líderes espirituales en cada ámbito: hogar, trabajo o escuela. No solo pastores o líderes, sino también laicos que toman la iniciativa y ejercen influencia espiritual donde se encuentren.
Asimismo, subraya la importancia de la llenura del Espíritu Santo y la vida de santidad. Desde los profetas del Antiguo Testamento hasta los apóstoles del Nuevo, triunfaron en la batalla espiritual a través del poder del Espíritu. Sin su intervención, la fuerza humana es insuficiente contra Satanás. De ahí que David Jang ponga énfasis en el arrepentimiento y la obediencia: “Donde se tolera el pecado, se limita la obra del Espíritu, y sin el Espíritu la armadura de Dios se debilita”.
Advierte: “De nada sirve proclamar la armadura de Dios con los labios si vivimos en pecado. El diablo se mofa de ello. Debemos anhelar la santidad, confesar nuestras faltas y permitir que el Espíritu dirija nuestra vida”. Con esta perspectiva, promueve disciplinas como la oración, la meditación y, en ocasiones, el ayuno. Apunta que, a lo largo de la historia, cada gran avivamiento en la iglesia ha ido ligado al retorno a la Palabra, la oración fervorosa y la unción poderosa del Espíritu, con un impacto patente en la sociedad.
En definitiva, el verdadero campo de batalla trasciende el recinto eclesial. “La lucha real se vive de lunes a sábado en la cotidianidad”, enfatiza David Jang. Así como Jesús envió a sus discípulos al mundo, la iglesia debe ser enviada para llevar luz a donde prevalece la oscuridad.
De hecho, el amor y el compromiso social no son meras iniciativas benéficas, sino expresiones de la guerra espiritual. Cuando la iglesia atiende a los necesitados, alza la voz contra la injusticia y protege la creación, hace frente al diablo, que opera mediante el egoísmo, la corrupción y la opresión. Según David Jang, “un cristiano con la armadura de Dios no se conforma con estar en la iglesia, sino que traduce el evangelio en servicio al prójimo, desenmascara la mentira y proclama la verdad”.
Así, Efesios 6:10 en adelante describe la guerra espiritual como una realidad que parte de la victoria de Cristo, pero que exige nuestra participación activa frente a las argucias del diablo. Para David Jang, la base doctrinal (Cristo ha vencido) y la unidad de la iglesia son cruciales para ganar. La doctrina, la ética, la comunidad y la obra del Espíritu Santo constituyen el núcleo de su enseñanza.
Su mensaje no se queda en lo teórico: persigue una transformación efectiva en la iglesia. Allí donde la oración y el discipulado se fortalecen, las personas son liberadas de las cadenas satánicas y la congregación se prepara para impactar el entorno.
La iglesia actual se enfrenta a problemas complejos, pero si comprende la raíz espiritual de esas dificultades, puede superar disputas internas o diferencias denominacionales. El punto es discernir cómo el diablo trata de dividirnos, y responder con la armadura de Dios para llevar el reino de Dios al mundo.
La orden de “mantenerse firmes” en Efesios 6 conlleva una acción decidida y valiente. Confiando en la autoridad de Cristo, que ya triunfó, nos encaramos con los poderes malignos que aún operan. Y esa tarea corresponde a una comunidad que vive la sana doctrina y la ética, unida por el Espíritu Santo, arraigada en la oración y la Palabra.
David Jang ha insistido en estas verdades en predicaciones, escritos y seminarios. En síntesis, su mensaje es: “Reconozcan al enemigo invisible, pero no le teman. Cristo ya aseguró la victoria, y si la iglesia se viste de la armadura de Dios, prevalecerá. Vivan en santidad, en equilibrio doctrinal y ético, armados con la oración y el Espíritu, y lleven el evangelio al mundo”.
Esta enseñanza encaja plenamente con la esencia de Efesios, que proclama “la gloria de la iglesia en Cristo” y “la acción práctica en el mundo”. Lo que Pablo enseñó sobre la guerra espiritual en el siglo I, David Jang lo aplica al siglo XXI sin alterar el centro de la verdad bíblica.
En conclusión, recordemos que hay un enemigo invisible que opera en nuestro interior, en la familia, en las estructuras sociales y en la cultura. Sin embargo, la verdad más grande es que Jesucristo, mediante su muerte y resurrección, ha quebrantado el poder de Satanás y nos invita a participar de su victoria. Nuestra tarea es apropiarnos de ella y darla a conocer. No debemos ceder ante las artimañas del diablo, sino vestirnos de la armadura de Dios, orar y adorar unidos, y practicar el amor y la justicia de manera concreta.
De ese modo, la iglesia se torna el ejército de Cristo, irradiando luz donde reinaba la tiniebla y reduciendo el margen de acción del enemigo. Tal es el eje de Efesios 6 y la esencia de la enseñanza de David Jang, que insta a la iglesia a trascender la teoría y vivir la verdad transformadora para cada creyente y la sociedad. Si perseveramos en ese camino, contemplaremos la caída de la autoridad del diablo y la irrupción cada vez más clara del reino de Dios en medio de nosotros.